Era una tarde sin sol y mi café parecía más oscuro,
cuando al levantar la mirada lo vi frente a mí asomándose también hacia el fondo
de la taza. Qué busca, pregunté
asombrada al reconocer su rostro. Busco a Tomás y a Teresa. Los perdí hace años.
Dime dónde debo buscarlos, al verte mirar en el café me pareciste una buscadora
de personajes perdidos ¿lo eres? Soy más bien una buscadora de escritores
perdidos, le dije, pero usted no es un escritor olvidado. El mundo entero sabe
quien es. Él contestó, hace años que pienso sólo en ellos. Los dejé ir antes de
tiempo, heredándome un insufrible peso que trato de disimular. Dime cómo
encontrarlos, sé que me has leído y que también te has preguntado por qué mis textos
reflejan una distancia entre mi alma y mi cuerpo. No supe qué responder, pero
con la mirada lo guie nuevamente hacia el fondo de la taza. Supe que Tomás y
Teresa jamás regresarían. Entonces dije, busquemos la levedad perdida en la
belleza de la casualidad.
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