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lunes, marzo 26, 2018

La inesperada historia de una tarde


Envió un paraguas dentro de una caja, la tarjeta decía, para resguardar de la lluvia al corazón.  Me gustó el color, rosa neón como si al abrirlo contra el cielo enamorara a un rayo y desatara la tormenta.  El regalo me causó contradicción, me pide resguardar el corazón con una declaratoria de amor en metáfora… A las cinco de la tarde en mi cocina, el café humeaba al ritmo de un suave jazz en la radio.  Me senté al lado de la caja, la tarjeta y el café. Y decidí pensármelo bien.  ¿Valdría la pena ponerme las botas de lluvia para acudir a la cita?  Por lo menos mis pies estarían protegidos, pero él quería que también resguardara el corazón. Al cuarto para la hora, decidí salir con las botas y el paraguas. En la puerta otra música, la de la calle, le pondría ritmo a mis pasos.  Abrí el paraguas rosa neón contra el cielo gris, así como lo pensé. En seguida un trueno maravilloso apareció sobre mí, digo maravilloso porque fue un estruendo que no causaba temor, sino una luminosa esperanza. Comenzó a llover y entre aburridos sombreros, periódicos sobre la cabeza y otros paraguas, resaltaba el mío, como diciendo ¡soy el único que se atreve! Llegué a la cita, la mesa donde esperaba verle, estaba vacía. Algo extrañada por su ausencia y todavía en la puerta, despedí del cielo a mi paraguas. Como si apagara un switch la tarde se oscureció. Entré al lugar y me senté, sin pensarlo puse el paraguas rosa neón sobre la mesa. De inmediato el mesero me hizo llegar otra caja y un café, escuché otro jazz en el fondo de mi oído.  Al abrirla sólo había una nota que decía: “esto también es metáfora…” fue entonces que comencé a escribir una inesperada historia.