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domingo, agosto 28, 2005

Entre el geranio y las dudas

Luca me ha dicho que me extraña ¿y yo qué siento? Le ha contestado mi silencio. Recién cerré y no puedo despegar la espalda de la puerta. Quizá él también se quedó pensando del otro lado, con su espalda en contra de la mía y apoyando la cabeza. Luca me extraña, yo sólo lo recuerdo.
Muchas veces le dije a papá que lo extrañaba cuando se iba de viaje y solía llamarnos por las noches. Aprendí a decir “te extraño” por mamá, se lo decía todo el tiempo, yo empecé a repetirlo sin saber bien lo que era. Cuando papá regresaba, con risas y abrazos nos juraba lo mucho que había echado de menos la sopa caliente y la luz de la lámpara. Yo seguía confusa sin atreverme a expresar mis enredos.
Luego vinieron las cartas de Tiara después de haber venido a pasar un verano con nosotros. Siempre terminaba escribiéndome “te extraño”. Con cuatro años mas que yo, quizá ya comprendía mejor de sentimientos. Lo cierto es que tengo diecisiete y la frase me sigue causando profundas dudas. Si extrañar es recordar, o es la falta de algo, o la pérdida de lo que tuve.
A mi me gusta la piel de Luca, con sus pecas en los hombros, incluso con las manchas de sol que le han salido en los brazos, pero no sé si quiera tenerlo conmigo todo el tiempo, pues cuando se va no siento nada y me dedico a los gatos y a quitar las hojas secas del geranio. Mientras mamá va siguiéndome del jardín a la cocina, sin dejar de redundar que es un buen chico. Yo sé bien, sí lo es; sin embargo, no sé lo que siento. Si me aprieta los labios con su boca, se instalan en mi cuerpo las estrellas, resbalan y buscan refugio en mi vientre. ¿Es eso amor? Cuando Luca viene siempre dice que me quiere, me acaricia la cara mientras me cuenta historias y me hace reír, a veces se revela ante mi trayéndome cigarrillos a escondidas de mamá y todo parece tan intenso, los días se iluminan y se me antoja abrazarlo y su piel se me figura la de las hojas de un geranio perfecto de terciopelo. Pero luego pienso en las llegadas de papá cuando vivía con nosotras y la sensación de saberlo feliz entre la sopa y la lámpara. Mi afecto hacia Luca se pierde, se lo lleva la corriente de mi propio desconcierto.
Quizá extrañar es como cuando deja de haber uvas en la estación y yo me muero de ganas por mojarme los labios con un jugo fresco de los que prepara mamá, puede haber de muchos otros jugos, pero yo deseo el de uva fresca. Luca puede venir con sus pecas y sus brazos a llenar con su piel todos mis atardeceres, quizá cuando ya no venga desee tanto humedecer mi boca con la suya que entonces por fin entienda lo que siento.
Sé que mamá volverá con su discurso y que tendré que escribirle a Tiara para que otra vez intente sacarme de las dudas. Papá no ha vuelto.