El fuego de la noche de San Juan quedó atrapado en sus ojos,
como el color de la miel quemada. Le
dijeron pide un deseo y no pidió uno. Incontables peticiones derramó en la
hoguera. Tal vez uno por año. Y ya son veinte los años que han pasado. Hoy me
ha mirado y me ha pedido algo. Que se le acabaron los deseos, que precisa el
fuego de otra noche. Voy a despedirle mañana en la estación. ¿Y qué conmigo? Nada,
yo nunca creí en las hogueras, nunca pedí deseos en la noche de San Juan. Pero
tengo los ojos como ríos y un amor que no puedo derramar.
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