A veces, desesperado, con el cabello sin luz, de toda la noche que anduviste por la vía, sin encontrar un pasaje donde sentarte a beber un poco de rocío de las julietas; te veo llegar a casa, solitario, sin ganas de hablar. Una sombra te rodea los ojos, es el desvelo, la ansiedad, el hueco. Y yo, de eternas vigilias sustraídas de tu frente, desde la taza de leche de las nueve, la rutina de quitarse el día de encima junto al cepillo de dientes, que pregunta por la forma de tu boca. Desde el tapete en la puerta, mas incompleto que yo, que te aguarda. Y llegas, me ves, y pareciera que encuentras lo perdido en mi cintura. La madrugada es un istmo, una perfecta sincronía de tierra y agua, la promesa y lo perenne. Canto de grillos que es un grito, peso que eleva mi abundancia, como un espasmo que me hace desprenderme toda, desintegrarme en gotas que van a parar a las julietas. Cuando te vayas. Cuando apenas den las siete. Y yo me tengo que ir a trabajar. Retomas la vuelta que dejaste inconclusa y no pasa nada durante el día.
Blog de experiencias cotidianas. Te hablaré de libros, de cine, amor y desamor. Te hablaré de lo que hablamos todos.
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jueves, noviembre 17, 2005
domingo, noviembre 06, 2005
A veces las esperas suspenden y dejan pasar a la prisa de los encuentros por un túnel despejado
Advina el lugar y la sombra. Yo te diré si ocurrió.
viernes, octubre 28, 2005
Desde el último piso de una vida
Un año posterior al octubre anticipado, a la mañana inusual y migratoria de aquel desayuno con la ventana hacia el mar. Sucesos de un otoño desolado, la gente se va. Los soñadores siguen la ruta de las mariposas, y hay quien no sabe que hacer con las ausencias. Nuevos anticipos se congregan con el aire, es la ciudad, el último piso y nada es mío.
martes, octubre 25, 2005
Esbozo de realidad, lo real es inaccesible
Cinco minutos. Algo empieza a desprenderse. Suave como un humo vestido de piel. Se eleva por las paredes, transgrede las voces, logra una salida. Esquiva cabezas, pensamientos, miradas que preguntan. Dónde vas. Abre la siguiente puerta, tira el carnet. Cómo te atreves. El viento espera, derrama libertades. Transporta. Sobre los edificios se acumula un vapor de nostalgias. Sigue en el vuelo, encuentra el eucalipto perdido. Ligereza en la montaña. Se impregna en el barro. Asciende por el azul prometido. Descubre la orilla, el bautizo de un barco imaginario. El quiebre de una botella, gotas frías, cristales minúsculos, llegan a las pestañas. El viento mira, no mires. Seca las gotas y lleva la esencia. Desde lo alto una fuerza avienta, traspasa un techo, tira a una cama. Blanca como la ola de un mar legendario y placebo. Ya no hay nada, solo piel
domingo, octubre 16, 2005
Fragmento de Las Nubes
Para dar cuenta de la sensación de ahogo que produce un cielo bajo, no basta enlazar los conceptos de bajo y pesado. La participación de la imaginación es mas íntima, la nube pesada es sentida como un mal del cielo, un mal que aplasta al soñador, un mal del que muere.
Gaston Bachelard de "El aire y los sueños"
miércoles, octubre 12, 2005
Otro corte en la escena
Es en esta orilla donde se confunde tu piel de avellana. La arena es nada. Ocaso detrás de un tul, tampoco distingo el horizonte. A razón de memorias voy delineando la suave duna, hasta que revuelco en lo sublime y pierdo la nocion del desierto. Como una hormiga en su universo pequeño, vuelvo a empezar sobre los granos de azúcar del deseo.
martes, octubre 11, 2005
Cómo se logra escuchar la voz cuando no existe el que habla
No digas que no lo sabías. Acaso no te dije en el comienzo lo que costaría quemar las naves. Ahora hazlo. Prende fuego. Hunde en llamas el silencio y la furia de su última presencia. Sálvate por una vez; por el eterno retorno, que contigo la teoría no se cumple y la rabia del perverso no se aliviana en cada vuelta, cada retorno es fragmento que se transforma en lo inmenso. Rebasa tus males y tus miedo comunes, quema las naves y quedate en la isla. Esperar por otro destino sin tener que cruzar el oceano, por el mensaje que arroje una botella, no mas que ahora resulta ser el método mas atemporal para olvidar los despojos.
domingo, octubre 02, 2005
Boulevard Diaz Ordaz
Desayuno de nubes sobre un mantel de asfalto. Miel de sol en el pan de pensamientos. Rostros anónimos. Puedes coincidir todas las mañanas y no saberlo nunca, hasta que dejes de andar y alguien eche de menos algo que no se sepa bien. Es tu ausencia, o la suya. Un café menos. Regresos nocturnos y despacio, entierros de perlas, versos acabados. Hay flores amarillas en los semáforos, efímeras como un latido.
jueves, septiembre 29, 2005
Artefacto para reinventar las escenas en blanco y negro
Hecha de trazos, de imperfección latente si ubico mi esbozo en el día quinto, o en el treceavo de la luna. De líneas borrosas y manchas de carbón en la camisa. Estrella que resplandece en la sombra, amantes tréboles mágicos, musitando el anhelado verde en el jardín monocromático. Tesoro perdido de turquesas y barco a venus que aún no ha regresado. ¿Volverás? Te guardo mis dibujos para mañana.
martes, septiembre 27, 2005
Más allá de lo que se sabe
Todo redunda en la nada. Esto que ves no es real, porque lo real no lo puedes soportar. Yo y lo que respiras nunca somos. La planta no te deja ver al microinsecto. El polvo puede ser la nube que colocaste por lógica en otro sitio. Lacan dice que "el amor es dar lo que no tenemos a alguien que no lo quiere". Si lo que tenemos es nada, si soy incapaz de contar siquiera con el minuto siguiente, entonces, quizá el amor sea la falta.
miércoles, septiembre 21, 2005
Después del viaje
Las velas rojas se apagan a las once. Hay un coro de grillos ausente, mientras voy subiendo con el humo del incienso. No hay lecturas, sólo presagios y centímetros de menos entre un cielo falso y la cama.
jueves, septiembre 15, 2005
Viaje
Estuve ausente. Hay una memoria debajo de mis guantes. La fría hiedra usa las manos como ramas. Es San Petesburgo. Otro momento evoca la pureza de un suelo que no poseo. Hay huellas de Levine y Kitty.
domingo, septiembre 04, 2005
Trazo nocturno
Rodchenko volvió con la cámara en el cuello. Me sorprendió dormida en la ventana. Todo el cielo estaba ahí, detrás de la persiana de la que huyo y me aferro. Cuánto tiempo más volverá a perderse. Quiero volverme el trazo indeleble.
martes, agosto 30, 2005
Colección de cosas etéreas
Volver a los viejos inventarios, de voces vetadas y vientos sublimes, que mueven mis alas invisibles y rotas. Pasos de vals en el reloj. Sigo confundiendo su ritmo interminable con la marea de los cuerpos en las lunas menguantes. Rescato el sueño que se intentó permanente, se suma entre costales de nubes apilados. Suficientes imagenes enmarcadas a destiempo.
domingo, agosto 28, 2005
Entre el geranio y las dudas
Luca me ha dicho que me extraña ¿y yo qué siento? Le ha contestado mi silencio. Recién cerré y no puedo despegar la espalda de la puerta. Quizá él también se quedó pensando del otro lado, con su espalda en contra de la mía y apoyando la cabeza. Luca me extraña, yo sólo lo recuerdo.
Muchas veces le dije a papá que lo extrañaba cuando se iba de viaje y solía llamarnos por las noches. Aprendí a decir “te extraño” por mamá, se lo decía todo el tiempo, yo empecé a repetirlo sin saber bien lo que era. Cuando papá regresaba, con risas y abrazos nos juraba lo mucho que había echado de menos la sopa caliente y la luz de la lámpara. Yo seguía confusa sin atreverme a expresar mis enredos.
Luego vinieron las cartas de Tiara después de haber venido a pasar un verano con nosotros. Siempre terminaba escribiéndome “te extraño”. Con cuatro años mas que yo, quizá ya comprendía mejor de sentimientos. Lo cierto es que tengo diecisiete y la frase me sigue causando profundas dudas. Si extrañar es recordar, o es la falta de algo, o la pérdida de lo que tuve.
Muchas veces le dije a papá que lo extrañaba cuando se iba de viaje y solía llamarnos por las noches. Aprendí a decir “te extraño” por mamá, se lo decía todo el tiempo, yo empecé a repetirlo sin saber bien lo que era. Cuando papá regresaba, con risas y abrazos nos juraba lo mucho que había echado de menos la sopa caliente y la luz de la lámpara. Yo seguía confusa sin atreverme a expresar mis enredos.
Luego vinieron las cartas de Tiara después de haber venido a pasar un verano con nosotros. Siempre terminaba escribiéndome “te extraño”. Con cuatro años mas que yo, quizá ya comprendía mejor de sentimientos. Lo cierto es que tengo diecisiete y la frase me sigue causando profundas dudas. Si extrañar es recordar, o es la falta de algo, o la pérdida de lo que tuve.
A mi me gusta la piel de Luca, con sus pecas en los hombros, incluso con las manchas de sol que le han salido en los brazos, pero no sé si quiera tenerlo conmigo todo el tiempo, pues cuando se va no siento nada y me dedico a los gatos y a quitar las hojas secas del geranio. Mientras mamá va siguiéndome del jardín a la cocina, sin dejar de redundar que es un buen chico. Yo sé bien, sí lo es; sin embargo, no sé lo que siento. Si me aprieta los labios con su boca, se instalan en mi cuerpo las estrellas, resbalan y buscan refugio en mi vientre. ¿Es eso amor? Cuando Luca viene siempre dice que me quiere, me acaricia la cara mientras me cuenta historias y me hace reír, a veces se revela ante mi trayéndome cigarrillos a escondidas de mamá y todo parece tan intenso, los días se iluminan y se me antoja abrazarlo y su piel se me figura la de las hojas de un geranio perfecto de terciopelo. Pero luego pienso en las llegadas de papá cuando vivía con nosotras y la sensación de saberlo feliz entre la sopa y la lámpara. Mi afecto hacia Luca se pierde, se lo lleva la corriente de mi propio desconcierto.
Quizá extrañar es como cuando deja de haber uvas en la estación y yo me muero de ganas por mojarme los labios con un jugo fresco de los que prepara mamá, puede haber de muchos otros jugos, pero yo deseo el de uva fresca. Luca puede venir con sus pecas y sus brazos a llenar con su piel todos mis atardeceres, quizá cuando ya no venga desee tanto humedecer mi boca con la suya que entonces por fin entienda lo que siento.
Sé que mamá volverá con su discurso y que tendré que escribirle a Tiara para que otra vez intente sacarme de las dudas. Papá no ha vuelto.
Quizá extrañar es como cuando deja de haber uvas en la estación y yo me muero de ganas por mojarme los labios con un jugo fresco de los que prepara mamá, puede haber de muchos otros jugos, pero yo deseo el de uva fresca. Luca puede venir con sus pecas y sus brazos a llenar con su piel todos mis atardeceres, quizá cuando ya no venga desee tanto humedecer mi boca con la suya que entonces por fin entienda lo que siento.
Sé que mamá volverá con su discurso y que tendré que escribirle a Tiara para que otra vez intente sacarme de las dudas. Papá no ha vuelto.
viernes, agosto 26, 2005
Andantes que cruzan por mis huellas
Por ahí caminan. Unos insistiendo en las verdades a medias. Otros permanecen inmutables, rocas que mi pasión abordó con fuerza. Playas secas que intenté llenar con mi locura. Cruzan los que se inventan la risa. Atrás las sombras simuladas. Pasos en falso sobre escaleras de niebla que conducen a alcobas prestadas. Y sin embargo laten, comen, están. Pobres solitarios en comuna, no saben que viven en desvelo, ni ellos se advierten. Tristes corazones hetéreos, nacidos sin piel.
martes, agosto 23, 2005
Cielo
Vera inhala las estrellas que le arrebató a la noche. No le parecen suficientes. Para desterrar la agonía de la vigilia incipiente, se deja seducir por las sólidas gotas que almacena en una caja. Odia el día. Mientras el sueño llega, cruza los brazos y se mece en la ventana, esperando otra vez que vuelva. Pero llega primero la inconciencia. Más fácil ocultar el rostro de la luz, menos doloroso que esperarlo. Él llama desde un teléfono público. Vera no contesta, muy a pesar de sus gritos silenciosos que imploran rescate. Por fin ha llamado y ella no puede levantar la bocina. La busca en el centro. Camina hasta su casa. El timbre no funciona. Intenta con las puertas y ventanas. Nadie responde. Piensa que no está, que se ha ido, como tantas veces lo advirtió. Se marcha maldiciendo sus pasos. Quiere voltear, regresar, tumbar la puerta. Duda. Odia preguntar a sus amigas. Cuáles amigas si Vera las dejo de ver desde hace tiempo. Sube hasta el departamento de una de ellas. La mujer se asoma con un gesto poco amable. Pregunta por Vera, la mujer maldice. No sabe ni quiere saber de ella, la involucró en un robo. Lo corre. Pero antes le entrega una llave, que haga con ella lo que quiera. Él baja la escalera en el terror de pensarla muerta. Vuelve a la casa. La llave corresponde a la puerta trasera, que da entrada a un cuarto oscuro de revelado. En la mesa fotos y videos que Vera pensaba entregarle. Él no los ve por ir de prisa a buscarla. Antes que termine de pronunciar su nombre ya tiene sus ojos en los suyos, los de ella están cerrados, tumbada en el sofá. Una caja vacía, un sueño pleno. Levanta su cuerpo frágil, tiene la ropa arrugada y llena de manchas. La saca pretendiendo llevarla al lago que está cerca del parque. Está seguro que despertará. Su rostro pálido por fin se enfrenta al sol que tanto repudiaba. Él sabe que si despierta en sus brazos frente al lago, no le importara que el sol la vea.
lunes, agosto 22, 2005
El espacio y el fragmento perdido
Cuando todo se apaga, sólo queda un retablo. ¿Has sentido encajar las estrellas en tu espalda? Cristal molido, en la madera oscura. Mi sensatez no soporta su belleza, recuesto la mitad de mí, la otra mitad cuelga hacia el vacío. Esplendores plata que hieren, me dejo llevar carente de caminos o guías. ¿Alguna vez te dolió la danza secreta de las cenizas de luna en el rostro? Su delgadez surca mi superficie. Sólo tengo esta noche, dejarla significa desprenderse de otra posible mañana de adviento. ¿Quién dijo que había planetas fascinantes? Lo interminable se trata de abismos y silencios. Libertad y condena en un metro y setenta.
sábado, agosto 20, 2005
11
ahora
en esta hora inocente
yo y la que fui nos sentamos
en el umbral de mi mirada
Alejandra Pizarnik (Poemas de "Arbol de Diana")
viernes, agosto 19, 2005
Encuentro
Daimon ambiguo y poco preciso. Eres el fantasma de las tardes, o la voluntad que habría de seguir cada vez que irrumpes. Tardío, si te hubiera descubierto entre las líneas mucho antes, ya tendría otro discurso preparado. Voltearía de cabeza tus letras para enfrentarte con un idioma nuevo. La realidad es que ahora apenas empiezo a conocerte.
lunes, agosto 15, 2005
Las frases que se encuentran en medio de la casualidad
"Siempre hay un poco de locura en el amor, pero siempre hay un poco de razón en la locura".
Friedrich Nietzsche
No es una simple vista
La lluvia dibuja en la ventana cientos de inicios, cotidianas pausas, espacios limitados por los bordes. Busco en el laberinto el esplendor del deseo. Se esconde entre la multiplicidad. Escurre entre la transparencia irreal del cristal húmedo, que desfigura los rostros que ayer se colmaron.
martes, agosto 09, 2005
Agosto
Versos extendidos como pliegues. Dunas recien creadas por los cúmulos de la carencia. El aliento esbozó la tarde, construyó la nocturna necesidad de saberse, de inventarse en ríos, sobre la sequedad que parecía perdida. Fugaz entrelazo de sombras. Intentos por mantener el perfume impregnado en las sábanas que albergaron sueños. La piel se deshoja de silencios.
sábado, julio 23, 2005
Desdibujo 2
Apoyo la cabeza, sentada desde el ángulo de noventa escogido por mi espalda, observo, trasluzco, deshojo.
martes, julio 12, 2005
Desdibujo 1
Fue el amanecer decisivo. No había café. Los papeles estaban en el orden indicado. En el patio ya no estaban las baldosas, mis pies volvieron a sentir la tierra húmeda. Los muros blancos, las flores rosas, como si un paso invisible hubiera removido ese color absurdo y angustiante de los secretos de mayo. El cielo estaba intacto. Había vuelto a mi usual inventario.
domingo, julio 10, 2005
Fragmento
"La borró de la fotografía de su vida no porque no la hubiese amado, sino, precisamente, porque la quiso. La borró junto con el amor que sintió por ella. La gente grita que quiere crear un futuro mejor, pero eso no es verdad, el futuro es un vacío indiferente que no le interesa a nadie, mientras que el pasado está lleno de vida y su rostro nos excita, nos irrita, nos ofende y por eso queremos destruirlo o retocarlo. Los hombres quieren ser dueños del futuro sólo para poder cambiar el pasado. Luchan por entrar al laboratorio en el que se retocan las fotografías y se rescriben las biografías y la historia."
Fragmento de "El libro de la risa y el olvido" de Milan Kundera
viernes, julio 08, 2005
Latido sin sonido
Duerme en forma de S. Cuando despierta respira con profundidad, es una I erguida mirando por la ventana. Sale de casa. En la calle alguien se burla de sus zapatos, su figura es una L, avanza con sonrisa, sin escuchar los murmullos. Sabe a dónde llegará, aunque no pueda advertir el sonido de sus pasos. Sus brazos en E, uno más arriba del otro, abrazan. Navega en su nube de novia. Luego vuelve a dormir y despierta acompañada, los cuerpos en forma C, uno con otro. En I, la conciencia del respiro y le agrega al pensamiento la recreación de lo que no percibe. Termina el ciclo en O, en su total afonía cotidiana.
jueves, julio 07, 2005
martes, julio 05, 2005
martes, junio 28, 2005
Si estuvieras ahí
No abras la puerta a las cinco de la tarde. El verano transporta otros fantasmas. Se disfrazan de viento, imploran por las rendijas. Mejor sería desistir. Su temporalidad tardía se impregnará en las paredes, luego en tu piel. Besarán tus huesos con la promesa de un cálido desvelo, pero la intención es sólo un momento de polvo, un ensayo de seducción para cuando llegue la luna, a la que le rendirán su culto. Tú sólo serás un medio, se alimentarán de ti, robarán lo que quede de tu aliento y no podrás ahuyentarlos hasta que llegue el invierno, si es que persiste tu cuerpo.
lunes, junio 27, 2005
Ecos de una voz mordaz
¿Puedes ver estas líneas? Escribo y no sé cómo escribir, es como si mi cabeza estuviera metida en un bote de cristal. Oigo resonancias alrededor mío pero todo es difuso, y sin embargo estoy aquí. Un miedo inconsciente se asoma en momentos. No quiero voltear a ver, porque su cara es monstruosa.
jueves, junio 23, 2005
Sin título
Un brazo se extiende y alcanza un libro olvidado en el suelo del parque. Los dedos exploran la forma, luego la textura, subsisitida a la humedad de la noche. Con el sol alguien lo abre. “La carga más pesada nos destroza, somos derribados por ella, nos aplasta contra la tierra. Cuanto más pesada sea la carga, más a ras de tierra estará nuestra vida, más real y verdadera será. Por el contrario, la ausencia absoluta de carga hace que el hombre se vuelva más ligero que el aire, vuele hacia lo alto, se distancie de la tierra, de su ser terreno, que sea real sólo a medias y sus movimientos sean tan libres como insignificantes." Los ojos permanecen en la cita por segundos. La mañana se aleja, pero se queda en el cielo, lo mismo que los pasos en la tierra. El viento vuela las páginas, el calor las seca y todo parece terminar en el principio.
El entrecomillado es fragmento de "La insoportable levedad del ser" de Milan Kundera.
martes, junio 21, 2005
En un día seco
Tanta lluvia no dejó algo bueno, al menos para mí. Creo que fue en esos días inundados cuando todo empezó a tramarse. Supongo que al no pasar la superficie permanecieron congregadas. El ocio puede transformar hasta la más silenciosa comunidad de insectos, por lo que bien podrían haber decidido sorprenderme.
Muchas conocen bien mis pasos. Puede que me consideran asesina, pues con los pies he aniquilado a muchas de sus hermanas, y las llantas del coche han devastado varias veces la puerta de sus viviendas. Pero juro, que si alguna vez cometí un atentado contra su especie lo hice por supervivencia, es claro que no podemos habitar el mismo espacio.
Creo quedaron muy dolidas desde aquella madrugada que con cierta agresión las expulsé de mi casa. Esa noche, Teo y yo llegamos haciendo burla de todo, después de fumarnos tres horas de aburrimiento en el obligatorio cumpleaños de su tío. Si contar lo del cumpleaños, creo que aquella fue una de nuestras últimas mejores noches. Teo estaba de un humor estupendo y por demás amoroso. Muertos de la risa y tropezando con los muebles subimos las escaleras con prisa por llegar a la cama. Yo dejé con descuido sobre la mesa de la cocina un plato. Estaba cubierto con una servilleta y contenía rebanadas de pastel que nos habían regalado. A ninguno de los dos nos gusta comer pastel, pero Teo me pidió que lo aceptara para no desairar a la tía. Al llegar a la casa le pusimos la mínima atención. Yo me olvidé del asunto y nos quedamos dormidos, Teo suele caer primero, yo casi siempre sufro de insomnio, pero esta vez me quedé dormida hasta que un mal sueño me despertó con sobresalto. Una congregación de gente se desplazaba por la calle con violencia, de un lugar a otro, como buscando algo que no obtenían, y yo intentaba escapar del tumulto. Pero a donde corriera, me alcanzaban unos brazos, pretendiendo despojarme de algo. Fue una pesadilla persecutoria, como tantas que tengo. Ya despierta acudí a la cocina por un vaso con agua. Desde que llegamos a vivir a esa casa nos hemos ocupado para que ni una sola habitara dentro, y derrepente veo ante mí una gran colonia. Decenas trepadas sobre el betún y la miel, otras más atrevidas incrustadas en el pan, subiendo hacia las frutas, bajando por las maderas, en fila desde no sé donde, hasta quién sabe qué destino, todas acarreando su porción. Asustada me tapé la boca para no gritar, pensé en Teo y en no despertarlo. Ellas no tienen la culpa de mi mal, no quise matar a una sola. Me lo reprocho cuando por accidente o necesidad lo hago. Si yo fuera una de ellas qué sentiría. Bien pude haber derramando agua para que terminaran ahogadas, pero todo lo que hice fue tomar el plato con unos guantes y ponerlo en una bolsa para tirar al bote de basura de la calle. Reconozco que cambié la ruta y que muchas murieron, pero entiéndanme que no podía permitir que reinaran en mi casa. No era lógico ceder ese derecho. Quise evitar contratiempos y mantenerme segura.
Por la mañana algunas subsistían desorientadas, empezando a moverse con cierto ritmo como de enojo, mientras les arrebataba con un trapo húmedo las migajas de lo que había sido su manjar. Les grité, sin hacerles daño. Las sacudí con un trapo y en el suelo las barrí hasta echarlas fuera. Ya en el exterior encontrarían su camino de regreso. No pensé que estuvieran tan furiosas como para que hoy, después de una semana, tomaran una decisión tan tajante. Esa tarde a Teo se le cayó por accidente un bote con aguarrás a varios centímetros de la puerta. Su intención era lavar unas brochas para pintar la mesita de noche que me había comprado en el bazar. Unas murieron y a otras quizá el olor las encolerizó. ¡Cómo es posible que unos seres tan civilizadamente organizados, no comprendan lo que es un suceso accidental!
Asumí la mejor disposición de dialogar y explicarles mis motivos, según el manual de la metafísica que me he procurado poner en práctica durante los últimos meses y que me hace experimentar tranquilidad, pero Teo piensa que todo es una tontería. Yo quiero demostrarle que funciona. Llevo meses estudiando. Lo único que intento es que vivamos en paz sin sentir que su especie me amenaza. Les hablé del espacio que nuestra materia ocupa, de su posición y la mía en la coexistencia de un mismo universo, de las diferencias de reinos, de respetar espacios y constituir vidas de manera que no nos afectáramos. Sin embargo, fueron sordas, o mudas o qué sé yo. El caso es que actuaron, con total desinterés en mis palabras. Se enfilaron ante mi puerta, con una postura por demás determinante. Luego, en un acto que yo consideré de humildad, me recosté en el suelo para verlas de frente y hablarles a su nivel. Convencida de que al fin nos conectábamos, las deje trepar sobre mi piel, estaban tan serenas y yo tan resuelta en hacerlo ¡la teoría no podría fallar! Dejarlas subir por mis piernas y brazos sería como un acto de comunión universal, de compenetración con otros seres hermanos de la naturaleza. Primero subieron suavemente, apenas rozando mis manos y tobillos, luego empezaron a desplazarse por todo mi cuerpo. A medida que fluían mis palabras, ellas iban ascendiendo como si al escuchar comprendieran. Una tibieza que se transformó en calor me invadió, hasta llegar al abuso. No podía ser que me estuvieran engañando. Quise levantarme pero me era imposible. Mi arranque de escapar se desarmó, al estar paralizada, tras una levedad extraña. Perdí el conocimiento unos minutos y ahora me encuentro en esta condición en que no me reconozco. No siento los huesos. Pero puedo hablar y verlo todo. Aunque creo que nadie alrededor escucha.
Me es nueva esta clase de terror pasivo en la que estoy inmersa, me horroriza pensar hacia dónde soy llevada y a la vez experimento cierta calma. Pienso en el auxilio ¿por qué tuvieron que asaltarme a esta hora en la que Teo se encuentra trabajando?
Miro hacia la entrada de la casa, con la última esperanza de verlo aparecer. Es el único que me puede rescatar de la profundidad de los túneles donde van a almacenarme.
Muchas conocen bien mis pasos. Puede que me consideran asesina, pues con los pies he aniquilado a muchas de sus hermanas, y las llantas del coche han devastado varias veces la puerta de sus viviendas. Pero juro, que si alguna vez cometí un atentado contra su especie lo hice por supervivencia, es claro que no podemos habitar el mismo espacio.
Creo quedaron muy dolidas desde aquella madrugada que con cierta agresión las expulsé de mi casa. Esa noche, Teo y yo llegamos haciendo burla de todo, después de fumarnos tres horas de aburrimiento en el obligatorio cumpleaños de su tío. Si contar lo del cumpleaños, creo que aquella fue una de nuestras últimas mejores noches. Teo estaba de un humor estupendo y por demás amoroso. Muertos de la risa y tropezando con los muebles subimos las escaleras con prisa por llegar a la cama. Yo dejé con descuido sobre la mesa de la cocina un plato. Estaba cubierto con una servilleta y contenía rebanadas de pastel que nos habían regalado. A ninguno de los dos nos gusta comer pastel, pero Teo me pidió que lo aceptara para no desairar a la tía. Al llegar a la casa le pusimos la mínima atención. Yo me olvidé del asunto y nos quedamos dormidos, Teo suele caer primero, yo casi siempre sufro de insomnio, pero esta vez me quedé dormida hasta que un mal sueño me despertó con sobresalto. Una congregación de gente se desplazaba por la calle con violencia, de un lugar a otro, como buscando algo que no obtenían, y yo intentaba escapar del tumulto. Pero a donde corriera, me alcanzaban unos brazos, pretendiendo despojarme de algo. Fue una pesadilla persecutoria, como tantas que tengo. Ya despierta acudí a la cocina por un vaso con agua. Desde que llegamos a vivir a esa casa nos hemos ocupado para que ni una sola habitara dentro, y derrepente veo ante mí una gran colonia. Decenas trepadas sobre el betún y la miel, otras más atrevidas incrustadas en el pan, subiendo hacia las frutas, bajando por las maderas, en fila desde no sé donde, hasta quién sabe qué destino, todas acarreando su porción. Asustada me tapé la boca para no gritar, pensé en Teo y en no despertarlo. Ellas no tienen la culpa de mi mal, no quise matar a una sola. Me lo reprocho cuando por accidente o necesidad lo hago. Si yo fuera una de ellas qué sentiría. Bien pude haber derramando agua para que terminaran ahogadas, pero todo lo que hice fue tomar el plato con unos guantes y ponerlo en una bolsa para tirar al bote de basura de la calle. Reconozco que cambié la ruta y que muchas murieron, pero entiéndanme que no podía permitir que reinaran en mi casa. No era lógico ceder ese derecho. Quise evitar contratiempos y mantenerme segura.
Por la mañana algunas subsistían desorientadas, empezando a moverse con cierto ritmo como de enojo, mientras les arrebataba con un trapo húmedo las migajas de lo que había sido su manjar. Les grité, sin hacerles daño. Las sacudí con un trapo y en el suelo las barrí hasta echarlas fuera. Ya en el exterior encontrarían su camino de regreso. No pensé que estuvieran tan furiosas como para que hoy, después de una semana, tomaran una decisión tan tajante. Esa tarde a Teo se le cayó por accidente un bote con aguarrás a varios centímetros de la puerta. Su intención era lavar unas brochas para pintar la mesita de noche que me había comprado en el bazar. Unas murieron y a otras quizá el olor las encolerizó. ¡Cómo es posible que unos seres tan civilizadamente organizados, no comprendan lo que es un suceso accidental!
Asumí la mejor disposición de dialogar y explicarles mis motivos, según el manual de la metafísica que me he procurado poner en práctica durante los últimos meses y que me hace experimentar tranquilidad, pero Teo piensa que todo es una tontería. Yo quiero demostrarle que funciona. Llevo meses estudiando. Lo único que intento es que vivamos en paz sin sentir que su especie me amenaza. Les hablé del espacio que nuestra materia ocupa, de su posición y la mía en la coexistencia de un mismo universo, de las diferencias de reinos, de respetar espacios y constituir vidas de manera que no nos afectáramos. Sin embargo, fueron sordas, o mudas o qué sé yo. El caso es que actuaron, con total desinterés en mis palabras. Se enfilaron ante mi puerta, con una postura por demás determinante. Luego, en un acto que yo consideré de humildad, me recosté en el suelo para verlas de frente y hablarles a su nivel. Convencida de que al fin nos conectábamos, las deje trepar sobre mi piel, estaban tan serenas y yo tan resuelta en hacerlo ¡la teoría no podría fallar! Dejarlas subir por mis piernas y brazos sería como un acto de comunión universal, de compenetración con otros seres hermanos de la naturaleza. Primero subieron suavemente, apenas rozando mis manos y tobillos, luego empezaron a desplazarse por todo mi cuerpo. A medida que fluían mis palabras, ellas iban ascendiendo como si al escuchar comprendieran. Una tibieza que se transformó en calor me invadió, hasta llegar al abuso. No podía ser que me estuvieran engañando. Quise levantarme pero me era imposible. Mi arranque de escapar se desarmó, al estar paralizada, tras una levedad extraña. Perdí el conocimiento unos minutos y ahora me encuentro en esta condición en que no me reconozco. No siento los huesos. Pero puedo hablar y verlo todo. Aunque creo que nadie alrededor escucha.
Me es nueva esta clase de terror pasivo en la que estoy inmersa, me horroriza pensar hacia dónde soy llevada y a la vez experimento cierta calma. Pienso en el auxilio ¿por qué tuvieron que asaltarme a esta hora en la que Teo se encuentra trabajando?
Miro hacia la entrada de la casa, con la última esperanza de verlo aparecer. Es el único que me puede rescatar de la profundidad de los túneles donde van a almacenarme.
martes, junio 07, 2005
Por iniciar la estación
Escribir en el verano sobre la luz intensa que vuelve desde el olvido. Los que se van inmersos en la efervescencia confundida en libertad. Los que en la espuma entre el mar y la nube buscan su espíritu perdido. Los que se quedan y reviven en la piel el sol de la niñez. De qué escribir que no sea el respiro de la vida disfrazado de tiempo.
martes, mayo 31, 2005
Esbozo
Se inventan los ojos. Con un lápiz negro y en la última hoja del cuaderno. Con un pincel en un lienzo. Con el índice en la arena. Con palabras. Con espejos. Hasta que cobran vida, y se tienen de frente. Un hallazgo, en la última estación del metro. En el desayuno que no pensabas tomar. Surgidos de la tierra de tus días. Del silencio de tus versos. Están ahí, puedes mirarlos y mirarte en ellos. Hasta que se cierra el telón y descubres cómo es la temporalidad de un ensayo. Los ojos se borran y debes volver a inventarlos, en otra dimensión o en otro sueño.
Voz en off
Los pasos de la cama a la ventana. Los ruidos de la ventana a la puerta. Cuántos respiros me gasto para llegar hasta el auto. Cuántas miradas invierto para avanzar en el tráfico. Los latidos mientras espero el verde. Los granos de arena que se van entre el viento. Cuántas veces pienso en el sol que llevas en el cuerpo. Cuántos plenilunios debo esperar para convertirme en cielo.
martes, mayo 24, 2005
lunes, mayo 23, 2005
jueves, mayo 19, 2005
Tres años
Bruma, deja de ser nostalgia. Recoge tu cortina y vete al desierto. Adquiere una causa, construye una nube perdurable y estática donde sí sea necesaria. Lejos de la pesada madera en la que has convertido la piel de los mortales. Aléjate de mi aniversario no ocurrido, de mi demora no planeada. Encuentra una casa en la arena y quédate ahí para siempre.
lunes, mayo 16, 2005
Pausa posterior a la lluvia
La tarde se mira en sus propios espejos de agua. Tiene una cara recién lavada. Se acomoda el pelo de herbaje con un cepillo de viento. Y espera.
martes, mayo 10, 2005
Extravío
Una vuelta; la vida empieza cuando se abren las puertas del colegio y por primera vez nadie acudirá a recogerte. Agotar los pasos hasta ensordecer de todo lo que la ciudad te grita. Inhalas el asfalto y muerdes los muros de los puentes dejándote inundar en plena lluvia. Te asalta la noche, te sitúa unos labios en el cuello y la retas. Piensas que será fácil trepar por las baldosas y la piel. Has empezado a rasgar con las uñas tu inadvertido destierro.
Dos vueltas; el obelisco es más pequeño cuando la esperas y sabes que no llegará. Los papeles volantes de la marcha te llaman. Eres libre, estás afuera y tu corazón pareciera encajonado. Miras pasar a los que salieron contigo. Heridos, arrastran el sol que ayer colgaron.
Tres vueltas; las mariposas emigraron y decidiste no seguirlas, estacionado en el callejón oscuro del deseo, agazapas las sentencias. Nadie debe darse cuenta. Buscas salidas emergentes y bocas nocturnas que te acaben el tímpano de los presagios.
Cuatro vueltas; pierdes el punto de referencia, te mueves, buscas, sacudes la espalda de los acechos ocultos y sigues pensando en su ventana. En el refugio que siempre detestaste. En sus piernas que ayer te acinturaron.
Quinta vuelta, la ciudad está sucia.
Dos vueltas; el obelisco es más pequeño cuando la esperas y sabes que no llegará. Los papeles volantes de la marcha te llaman. Eres libre, estás afuera y tu corazón pareciera encajonado. Miras pasar a los que salieron contigo. Heridos, arrastran el sol que ayer colgaron.
Tres vueltas; las mariposas emigraron y decidiste no seguirlas, estacionado en el callejón oscuro del deseo, agazapas las sentencias. Nadie debe darse cuenta. Buscas salidas emergentes y bocas nocturnas que te acaben el tímpano de los presagios.
Cuatro vueltas; pierdes el punto de referencia, te mueves, buscas, sacudes la espalda de los acechos ocultos y sigues pensando en su ventana. En el refugio que siempre detestaste. En sus piernas que ayer te acinturaron.
Quinta vuelta, la ciudad está sucia.
domingo, mayo 08, 2005
De aquí a las estrellas
Trece años, desde que toqué a tu puerta aquella tarde para venderte dulces de leche envueltos en papel anaranjado. Era la sexta puerta que tocaba y aún nadie había comprado. Estabas hermoso, flaco y con el pelo largo. Fuiste el único que creyó en el sabor de los dulces. Te los comiste todos. Luego dejarías que colgara cortinas de colores, al mudarme para vivir contigo. Le diste un espacio a mis cajas y a mi colección de llaves antiguas. Quizá te acuerdes del jueves que pintamos el techo con estrellas para crearnos nuestro propio cielo.
Un periódico que me encontré en las escaleras del edificio me ayudaría a conseguir este trabajo, desde donde ahora te escribo a través de una cuenta de correo. Hace diez años que no sé de ti. Te he encontrado por casualidad en Internet. Ahora publicas tu columna en un portal español. Aparece tu foto, tienes el ceño marcado y no llevas más el pelo largo. Este mensaje correrá por la red, quizá quieras contestar y contarme cómo es el cielo nocturno en Barcelona, mientras le ayudo a mi hija a dibujar sus propias estrellas.
sábado, mayo 07, 2005
Decisión
Se ha ido; cansada de esperarlo a la sombra del roble. El sol nunca dejó de cortejarla. Ayer, después de mucho pensarlo, por fin aceptó ser su amante. Se han citado. La humedad del alba la perfuma, para entregarse a sus rayos en la incipiente salida.
jueves, mayo 05, 2005
Naturaleza muerta
Raquel tiñe de azul las margaritas. Pretende reconstruir el mar de la pasión ahogando las flores en el agua. Daniel sumerge otros pétalos en tinta negra, esta tarde llevará la ofrenda a la tumba de su esposa. Antes de irse para siempre, Leticia dejó un ramo escurriendo de pintura. Nadie sabría que sus flores favoritas eran las gerberas rojas.
martes, mayo 03, 2005
El cuentagotas que llegó en una caja envuelta para regalo
Quien lo envió me recetó en la distancia tres gotitas de nube mezcladas en el agua. Desde entonces me invento el sueño y vivo por las noches en Praga.
Si hay lluvia no es necesaria la dosis.
Si hay lluvia no es necesaria la dosis.
lunes, mayo 02, 2005
Tengo su mirada perdida y voy buscando sustitutos
Hasta ahora habían sido inofensivas las luciernagas nocturnas, los semáforos en verde; el par de estrellas cercanas a la luna, las luces de bengala encendidas a destiempo. De no haber seguido los faros cautivantes de un auto en la madrugada, no estaría contando esta triste historia de hospital. Quién podría haberme advertido su poco afortunada falta de frenos.
sábado, abril 30, 2005
3.05 en una cama que no es la mía
Mi cuerpo es un lienzo tendido que mira y descubre el claroscuro filtrado en la persiana. Líneas verticales se componen en las sombras, se proyectan en mi rostro que adivino fragmentado. Es él. Me incorporo, su sutil presencia me construye, soy una forma añadida en su recuadro. Le buscan mis labios en el aire. Yo soy la novia de Rodchenko. La muchacha con Leica que retrató en la estación. |
viernes, abril 29, 2005
Lo que sigue siendo
Los segundos gotean, la fuente que ayer contenía frutas verdes, se convirtió en un recipiente desbordándose de tiempo. No lo pude soportar. Detenida en el sofá, cautiva en mis propias redes y con los ojos bien fijos en el centro de la mesa, decidí moverme, arrastrar los hilos. No volví a estar quieta hasta después de haber sacado del horno un pastel hecho con manzanas. Con la nariz embriagada de canela, esperé. Y en la espera, otras tantas telarañas se formaron de manera involuntaria. Ya no estaba esa amenazante piel fresca dentro de la fuente. El color verde había desaparecido, lo poco que quedaba de su esencia se encontraba oculto debajo de una pasta de pan y ningún sonido en la puerta parecía que fueran tus pasos. La lluvia me hizo trémula. Busqué calor en una tasa de café, en un cigarro, en diez vueltas caminadas en círculo, en la intención de abrir nuestra persiana. La tormenta seguía siendo una remembranza de tu andar por este sitio. De tus besos suplicando ser liberados en las horas inmersas entre la carne y el sueño, cuando el ritmo de las gotas se escondía detrás de tu respiración.
Han dado las doce, ni siquiera un ángel ha venido a comerse un pedazo de pan con azúcar y manzana. Los segundos siguen escurriendo. Huelo la tierra que aloja en su humedad otras semillas, frutas en cierne que traerás a casa contigo entre los brazos, que me recuerden que en cada lágrima de tiempo, se desvive la inútil pesadilla de mi piel.
Han dado las doce, ni siquiera un ángel ha venido a comerse un pedazo de pan con azúcar y manzana. Los segundos siguen escurriendo. Huelo la tierra que aloja en su humedad otras semillas, frutas en cierne que traerás a casa contigo entre los brazos, que me recuerden que en cada lágrima de tiempo, se desvive la inútil pesadilla de mi piel.
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