No soy yo, no me
reconozco. Equivocadamente busco mi ser
anterior, el que no existe más. No voy a
decir que no sé en qué momento comencé a cambiar, porque claro que estuve
consciente, tanto como lo estoy ahora. Aun así hay horas, semanas, tiempos
indeterminados en que no me reconozco, que lo que veo cada vez en el espejo, es
la imagen que no me acostumbro a ver, un cuerpo envuelto en algo que no deseo,
una sonrisa escondida, unos ojos cansados. Una luz apagada cuando afuera se
exige estar más encendida que nunca, porque se tienen todas las razones para
estarlo. Todos los lunes o todos los
viernes, no importa el día, el silencio dicta que hay que intentarlo, pero qué
hacer cuando la acción no cobra un resultado, porque falta la voluntad que se
pierde apenas unos pasos después. Se pierde o se deja ir, así sin más; como si dijera me voy y se le contestara está
bien. Y al día siguiente volver a
comenzar, a sacudir el ser apagado, de voluntad escurridiza, en medio de las
sombras y el desorden. Preguntar en el aire por qué no resuelve nada, nadie
contesta. Yo soy el problema, yo soy la
respuesta. Pero dónde está la respuesta.
Blog de experiencias cotidianas. Te hablaré de libros, de cine, amor y desamor. Te hablaré de lo que hablamos todos.
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