Los domingos son perlas solitarias, en el impuesto collar de la semana. Cada domingo es una cuenta melancólica, lágrima blanca que parece inofensiva, la promesa del mañana será otro día. Aunque los días pasen, el moverse por la calle cobre de vez en cuando una sonrisa, el cielo brille o la vida fluya, siempre se lleva colgado un domingo, que pega en el pecho, que atora el suspiro, que nubla el cristal de la ventana al recargar la cabeza cuando respiras y le niegas una mirada a la tarde.
Blog de experiencias cotidianas. Te hablaré de libros, de cine, amor y desamor. Te hablaré de lo que hablamos todos.
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2 comentarios:
Hola Graziela,
Vengo a devolverte la visita y me encuentro con esta reflexión sobre el pobre domingo.
Me has hecho pensar en esas sensaciones que a veces se acumulan en esa tarde y que hacen que se le nieguen las oportunidades de ser una tarde espléndida. Será cuestión de intentar hacer de cada tarde un buen día aunque sea una tarde de domingo con toda su mala prensa.
Un saludo
Gracias Conxita. Es verdad. Pobre domingo prejuzgado! Habrá que reinventarse y darle otra oportunidad pero a veces es como muy difícil quitarse los tatuajes imaginarios! Contenta de que te hayas detenido por acá. Un abrazo!
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