Envió un paraguas dentro de una caja, la tarjeta decía, para
resguardar de la lluvia al corazón. Me
gustó el color, rosa neón como si al abrirlo contra el cielo enamorara a un rayo
y desatara la tormenta. El regalo me
causó contradicción, me pide resguardar el corazón con una declaratoria de amor
en metáfora… A las cinco de la tarde en mi cocina, el café humeaba al ritmo de
un suave jazz en la radio. Me senté al
lado de la caja, la tarjeta y el café. Y decidí pensármelo bien. ¿Valdría la pena ponerme las botas de lluvia
para acudir a la cita? Por lo menos mis
pies estarían protegidos, pero él quería que también resguardara el corazón. Al cuarto para la hora, decidí salir con las
botas y el paraguas. En la puerta otra música, la de la calle, le pondría ritmo
a mis pasos. Abrí el paraguas rosa neón contra
el cielo gris, así como lo pensé. En seguida un trueno maravilloso apareció
sobre mí, digo maravilloso porque fue un estruendo que no causaba temor, sino una
luminosa esperanza. Comenzó a llover y entre aburridos sombreros, periódicos
sobre la cabeza y otros paraguas, resaltaba el mío, como diciendo ¡soy
el único que se atreve! Llegué a la cita, la mesa donde esperaba verle,
estaba vacía. Algo extrañada por su ausencia y todavía en la puerta, despedí
del cielo a mi paraguas. Como si apagara un switch la tarde se oscureció. Entré
al lugar y me senté, sin pensarlo puse el paraguas rosa neón sobre la mesa. De inmediato
el mesero me hizo llegar otra caja y un café, escuché otro jazz en el fondo de
mi oído. Al abrirla sólo había una
nota que decía: “esto también es metáfora…” fue entonces que comencé a escribir
una inesperada historia.